“ (...) Zenobia, su mujer, su amante, su novia, su secretaria, sus manos para todo lo práctico ( su peluquero, se ha llegado a decir de ella), su chofer, su alma”.
Bartebly y compañía, Enrique Vila- Matas
Este ensayo, sobre todos escritores del No, al decir del autor, relata la historia de grandes escribientes que en un algún momento determinado, y de la nada, deciden o se abandonan a no escribir más.
Esta es la es la historia de Juan Ramón Jiménez y su mujer, Zenobia, de cómo dejó de escribir.
Muerta Zenobia, ya no le interesa nada su obra. Caéra a partir de ese día, en un silencio literario absoluto y vivirá sólo para pisotear a fondo, como un animal herido, su propia obra.
Todo es movimiento. Todo es luz.
No resulta fácil dar cuenta, siquiera aproximada, de la cantidad de episodios, de casualidades, de aproximaciones que deben sucederse para el encuentro de dos personas. Y todo con una densidad que impide la reducción.
Luego, cuando ya deja de ser un bosquejo, cuando se traza un camino y hay cierta paz, tal conocimiento no deja de ser una empresa atrevida, exuberante de matices.
Es sólo atreverse a inclinarse ante ella, sin temor a convenciones, a rupturas, a formatos, a caducidad… Imitando el vaivén del agua en la orilla, (acercarse, rozar, alejarse), comprendiéndolo, permitiendo el juego. Crear de la nada, aprender los matices, aprender los olores.