Desde donde yo estaba, veía a Fran.
Hábil, práctico, curioso; destejía cables; unía piezas imprescindibles. Creaba.
Yo buscaba con sigilo una manera, como si con un susurro lograrar cambiar el aire, y así distraerlo de su hechizo de niñez; para que me mire con su cara preciosa.
Y quedarme muda por ser sorprendida, al fin bajar la guardia y sonreírle; y de algún modo, de algún modo, comunicarle algo del inmenso amor que siento por él.
Fran, Francis, Francin.
Francito, calor de mi vida.