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" Las cosas se duplican en Tlön; propenden asimismo a borrarse y a perder los detalles cuando los olvida la gente. Es clásico el ejemplo de un umbral que perduró mientras lo visitaba un mendigo y que se perdió de vista a su muerte. A veces unos pájaros, un caballo, han salvado las ruinas de un anfiteatro"
J.L.B, Ficciones
Nuna contra el fondo verde de la terraza en la casa preciosa que habita en Brasil.
Nuna, que se despertaba con la misma energía que despide la selva avanzando en el morro. Con el mar de frente. Ajena a todo y parte de la naturaleza, en complicidad misma con la naturaleza.
Nuna, a quién erróneamente llame Luna durante mi corta estadía en su hogar, hablaba o entendía o se hacía entender, en francés, portugués y español.
Nuna que se entretenía jugando con pescaditos y rebozando berenjenas.
A mí me encanto.
Nunita, que de la misma forma que desplegó un amor total y no quería caminar sino era de mi mano y lloraba a cada no; a la semana de haber dejado de compartir sus días y encontrarnos en otra playa, apenas si parecía saber o reconocer que alguna tarde o alguna noche, en alguna detención del tiempo, en algún lugar del cosmos yo había formado parte de su efímera cotidianeidad.
Y me fascinó aún más.